Thursday, January 10, 2008

El Olor de Casa

Desde que era chica, mi gran sueño fue que mis padres tuvieran una casa propia. En el año 2004 sucedieron varias cosas que hicieron que en el año 2005 pudiéramos finalmente cumplir ese sueño. Yo ya no vivo más en Lima; pero siento que esa nueva casa es tan mía como de ellos.

Entre diciembre del 2005 y enero del 2006 pasé una temporada en la nueva casa, y en una clase de redacción de crónica periodística que tomé, uno de los ejercicios fue describir el olor de nuestra casa. Este es el texto que nació con ese ejercicio, publicado en un blog anterior mío.

"Mi casa huele a jabón y a ropa recién planchada; a frutas y verduras; a madera y a pintura; a libros y periódicos.

¡Mi casa huele!

Huele a húmedo, pero también a seco; a desorden pero también a limpieza; a nuevo, pero también a viejo. Sobre todo eso, a nuevo y a viejo.

El edificio se terminó de construir en marzo y mi familia se instaló en abril. Durante nuestras visitas a la obra antes de terminada, desde que era un simple hueco sobre la tierra hasta que nos entregaron las llaves del departamento, la casa olió a tierra seca, luego a tierra húmeda, luego a cemento, luego a madera, luego a pintura, luego a barniz y luego otra vez a pintura. La combinación inconfundible de cemento fresco, de madera recién colocada y pintura recién puesta, acompañada del eco de una habitación vacía y el nuevo sonido del seguro de una puerta, renueva el alma de una familia. Esta es nuestra primera casa propia; por eso, el olor a pintura fresca también es un olor a sueños cumplidos.

Pero a pesar de que mi casa tiene apenas seis meses de vida, también huele a viejo. Huele a décadas de típicas costumbres de japoneses que todo lo guardan. Huele a “mailings de marketing directo” del nuevo milenio, a fotocopias de facultad de los noventa, a cuadernos de colegio de los años ochenta, a “El Tesoro de La Juventud” de los setenta, a revistas Selecciones de los sesenta, al globo terráqueo de cuando el mundo tenía menos países. Un olfato agudo podría encontrar incluso cosas más viejas entre las cajas que hábilmente hemos logrado apiñar en 80 metros cuadrados.

Por eso mi casa también huele a resistencia. Quizá cada uno de nosotros, los que vivimos ahí, tenemos nuestras propias razones para priorizar el desorden sobre la vida moderna y casi minimalista que nos venden los programas de cable y los suplementos de decoración de El Comercio y donde una casa nueva es la mejor –si no la única—excusa para empezar de nuevo. Puede ser que nuestras cajas con cachivaches representen lo mejor de nuestras vidas y queramos conservarlas.

Quizá porque necesitamos que la casa huela a recuerdos y aún no los tiene; porque en el fondo, el olor de una casa es lo que lo convierte en un hogar."