Saturday, January 12, 2008

Soy una chiquita cachivachera que le gusta cachivachear

Según el diccionario de la RAE, cachivache--cosa rota o arrinconada por inútil. Cachivachero, dicho de una persona: Que guarda cosas innecesarias.

Dorothy era una chica koreana que fue adoptada por una madre americana y vivió desde los ocho años en New Jersey. Cuando tocó mi puerta para mudarse al departamento de dos dormitorios que alquilaba sobre la Novena Avenida en Nueva York, sabía que iba a ser una compañera de cuarto tranquila pero iba a necesitar paciencia. En efecto, vino con dos gatos, los cuales no dejé que salieran de su dormitorio (aunque sin razón aparente toda la casa se llenaba de pelos), y tenía el hábito de guardarlo todo. Entrar a su cuarto era entrar a un almacén. Todos los palitos del delivery de sushi, ok, yo también los guardo, pero, ¿es necesario guardar las plantitas artificiales que decoran la caja del sushi? No creo. Los recipientes del delivery de comida de plástico con tapa, sí, ok, sirven para el microondas. Pero, ¿los vasitos plásticos donde viene la salsita? Nunca se lo cuestioné porque no era de mi incumbencia, además lo atribui a sus ocho primeros años de vida de pobreza antes de ser adoptada. Pero luego de la experiencia de vivir con ella sólo pude tildarla de loca.

De vez en cuando me da por tirar cosas pero la mayoría de veces pienso que los objetos tienen una vida útil más larga de lo que creemos. Especialmente la ropa. Por eso mi obsesión con etiquetar mis prendas con el año en el que las compré, por eso mi valija con ítems "esperando hasta que sea vintage", por eso la página excel con todo ello organizado.

Una de las misiones a cumplir en este mes de mudanza era reducir el volumen de mis pertenencias por lo menos en un tercio. Estaba dispuesta a ser implacable: a desprenderme de las prendas del siglo pasado; a regalarle medio guardarropa a Mónica, mi portera; a cargar más en el camión del Ejército de Salvación que en el flete de mudanzas. Ahora veo que esas botas que me mandé a hacer en Jesús María hace años y me quedaron pésimas pueden reciclarse cambiándole los tacos. El tiro alto está de moda otra vez así que un pantalón del '98 tiene chances diez años después. Quizá vuelva a nevar en Buenos Aires este año así que necesito los guantes para la nieve y el casacón de plumas que usaba durante las tormentas en Nueva York. Todo sirve.

¿No me estaré convirtiendo en una Dorothy?¿No se me habrá contagiado lo loca? Por las dudas, el que lea esto por favor hágame acordar que tengo que tirar las cajitas de delivery.

Prioridades


Nuestra vida es el resultado de decisiones grandes y chicas. Lo que parece obviedad no lo es tanto cuando pensamos, "oh, hoy voy a tomar una decisión muy importante para mi vida". Cuando decidí mudarme de Nueva York a Buenos Aires pensé que sería una cosa pequeña, sólo de un año. Eso fue en el 2004. Mudarme de un departamento de un ambiente en Palermo a una casita en el mismo barrio suena a un detalle mínimo en la vida urbana de una persona soltera sin grandes responsabilidades, pero para mi significa mucho, lo suficiente para tener un blog acerca de ello y ocultar los proyectos literarios anteriores.

Decidir significa priorizar. ¿Buenos Aires o Lima? ¿Casa compartida o departamento sola? ¿Regular o light? ¿De pescado o de mariscos? ¿Para comer acá o para llevar? ¿Sí o no?

¿Vendo la refri o me la llevo a la nueva casa? Parecía una decisión rápida: la vendo. Publiqué un aviso, respondí a los interesados, armé el esquema de mi nuevo espacio sin la refri. Mi mamá sugirió que me la lleve; dije que no porque era mejor venderla. Mi papá volvió a sugerirlo; dije que no porque ya estaba decidido. Además, mis dos sillas favoritas tenían que entrar sí o sí, y una habitación de 4x4 no da para tanto. Bastante estoy sacrificando vendiendo mi cama, los estantes que heredé de un amigo de un ex-novio y el futon que compré para mis visitas ilustres. Mis sillas, no.

Pero, un momento. ¿Y la comida? La nueva casa tiene una "heladera" que se puede compartir, así que no habría problema, lo he hecho antes con mi roommate Chantal en Richmond y Claudio y Dorothy en Nueva York, pero sólo porque nunca me atrevería a comer lo que ellos comían. La comida en mi vida tiene casi tanta importancia como la tienen los trapos de los noventas. ¿Podré volver atrás y dejar que otro use mi santuario frigorífico?

Una de las sillas de Ikea está a la venta. Consulte.