Wednesday, January 2, 2008

¿Cuánto Te Vale, Cuánto Te Cuesta?

Mi primera mudanza sola fue en agosto del 2001, y resultó bastante sencilla. Conocí a mi roommate via internet, ambas íbamos a tomar el mismo programa de maestría en Richmond, Virginia. Intercambiamos algunos e-mails contándonos qué llevaba cada una, así conocíamos los gustos de la otra. Ella: libros de música, partituras varias, teclado. O sea, una marciana con talento musical. Yo: medio Plaza Sésamo en peluche. O sea, una loca que no tuvo infancia. Ella trajo todo en dos autos que manejaron ella y su papá durante 15 horas desde Chicago. A mi me bastó tres maletas (una completamente dedicada a los peluches) y una mochila. Costo cero.

Dos años después me mudé a Nueva York, y para entonces yo ya había acumulado algunos bienes. En mayo del 2003 llegaron a mi casa dos tipos con un uniforme que parecía el disfraz de Quico de El Chavo Del Ocho (sin la corbatita, obvio) cuya misión era desmantelar mi departamento. Metieron todo lo que pudieron en cajas hermosas, cada cachivachito empaquetado con una rapidez impresionante pero sin dejar de ponerle cariño a cada cosa envuelta en papel... ¡en blanco! Usar diarios viejos habría sido una ofensa. 15 cajas entre libros de segunda mano y platos comprados en K-mart fueron trasladadas desde 411 N. Boulevard en Richmond, a 785 Ninth Avenue en Manhattan. Costo: cero. Quizá esas cajas lindas con ese olorcito a nuevo, el papel de envolver sin una sola letra impresa y el uniforme de Quico costaron más que los bienes que mi nuevo trabajo me ofreció trasladar.

Al año siguiente se repitió la operación, y esta vez se trasladó todo a Argentina. 25 bultos entre cajas, muebles finos regalados y muebles baratos de Ikea llegaron al puerto de Buenos Aires dos meses antes de que yo encontrara un lugar dónde ponerlos. Pero eso otra historia. Llegaron las cajas y los bultos y un hermano y un novio que acudieron al rescate para ayudarme a poner las cosas en su sitio. Costo: cero.

Tres años más tarde, perdida mi condición de empleada expatriada, y con el afán de trasladar la mayor cantidad de cosas por el menor precio, las cosas no son tan fáciles. Hoy pasé por un sitio que hace mudanzas: Palmo en la esquina de Arévalo y Soler.

Hoy aprendí que para departamentos chiquitos conviene más un "taxi-flete" (menos mal que estamos en Argentina, en Perú ese servicio no se anuncia ni se recomienda tan abiertamente), que cobra más o menos $40 la hora por un camión y dos peones a $14 la hora.

Uy. Un camión y dos chicos a 14 pesos la hora. Y encima el camión viene con mantitas.

Uy.

Año Nuevo, Casa Nueva

A principios de este año, algo me decía que el 2007 iba a ser un año de cambios importantes. Uno de ellos fue decidir cambiar de casa. Hoy alquilo un pequeño departamentito de un solo ambiente en Palermo Hollywood; tres años de inflación ininterrumpida y el boom de las grandes torres que saltan una tras otra por donde uno mire en este barrio, le han hecho perder un poco la magia que me conquistó cuando visité este lado de la ciudad por primera vez.

A finales de este mes cambio de hogar, y no es poca cosa. Después de tres años, voy a volver a la vida de los veintitantos y compartir una casa con roommates (y gato incluido), y la verdad, no sé qué esperar.

Pero antes de siquiera empezar la aventura de la convivencia está esa veintiúnica resolución de año nuevo de POR FIN mantener un blog, rain or shine. Aunque el año empiece más rápido de lo que pensé y la ciudad me reciba con demasiado calor. Vamos a ver cómo nos va.